Me decepcionó la explicación de
Roberto Cachanosky acerca de la derrota del gobierno en las PASO
(link a su nota). En brevísimo resumen, su conclusión es que la
culpa es del gobierno mismo. Que un economista prestigioso como él
yerre tanto en la evaluación de lo ocurrido me pareció preocupante.
Creo que descartar la responsabilidad que tiene cada votante no es
posible si se quiere tener alguna esperanza en el sistema
democrático. La noción de que el votante es una ameba sin
relevancia moral es más propia del materialismo dialéctico que del
liberalismo. Tampoco creo que sea sano o posible descartar la parte
que les ha cabido a los comunicadores y economistas que han tenido
amplia llegada a los medios masivos en estos años.
Cachanosky señaló correctamente en el
pasado las fallas del kirchnerismo, pero él -como otros- quizá
creyó que era un asunto cerrado, que el “crecer con lo nuestro”
de Aldo Ferrer, el “trabajo sucio” Duhaldista, y la renegociación
forzada de la deuda (extraño oximoron) eran dislates en los que no
volvería a creer el pueblo argentino. Mucho menos que casi la mitad
del electorado creyera secundario que se persigan periodistas, se
arreglen las estadísticas, y se adoctrine desde los medios del
Estado.
Luego de las PASO Cachanosky -como
tantos otros- pareció advertir que no era así. Que quizá hubiera
sido necesario insistir en los obvio. Entrevistado en TV luego de las
elecciones PASO, Cachanosky señaló que si el equipo y las
propuestas del candidato Fernández fueran confiables, el resultado
de las elecciones no hubiera coincidido con el derrumbe simultáneo
del peso, de las acciones y de los bonos argentinos. Parecerá que es
una obviedad, pero millones de personas se empeñan en afirmar, como
quien esconde la mano luego de tirar una piedra, que entre su voto y
ese derrumbe no hay relación alguna.
Por eso, en mi nota anterior, incluí a
Cachanosky junto a Iván Carrino entre los economistas que se animan
a decirle al público cosas que no le gusta escuchar. La lista es más
larga por cierto, en ella están también, entre otros, Martín Tetaz
y Germán Fermo. Con menos llegada a la TV, pero con mayor precisión
que nadie, están también las notas de Domingo Cavallo (link a su blog).
El 1 de septiembre Cachanosky publicó la nota Infobae en la afirma que Cambiemos terminó siendo
Continuemos, y que debe asumir la culpa de la vuelta del
Kirchnerismo. Discrepo.
Todo es igual nada es mejor
La más eficaz de las armas para la
degradación moral es negar que existan diferencias. Los
propagandistas del socialismo del siglo XXI disparan con esa arma
todo el tiempo. Hace mucho publiqué una nota en la que refutaba el
argumento con el que Alejandro Dolina intentaba demostrar que no hay
diferencia entre hacer proselitismo desde un canal privado y hacerlo
desde el que pertenece al Estado (link). En otra nota señalé la
idéntica estrategia usada por la periodista Gisela Marziotta (hoy
candidata a vicejefa de gobierno de CABA por el Kirchnerismo) quien
sostuvo que no había razón para rasgarnos las vestiduras viendo lo
que pasa en Venezuela cuando en Argentina tenemos una presa política
que es Milagro Sala (link). Los votantes del dúo Fernández insisten
en que, si acaso los Kirchner robaron, Macri también. Las
diferencias se liman y entonces Vidal es una “Evita Amarilla”,
Cambiemos es Continuemos. Slogans ocurrentes y pegadizos, pero
falsos.
Javier Milei, Miguel Boggiano, y hasta
el mismo Cachanosky, se han acostumbrado a pegarle a “los
políticos”, sin distinciones. Es más fácil, pero es falso.
Incluso en lo económico, que no es lo
fuerte del gobierno, no es lo mismo tener que importar gas que volver
a exportarlo en menos de cuatro años. No es lo mismo haber quedado
atrás de Paraguay como exportadores de carne, que haber pasado del
puesto 15 al puesto 6 en el mundo. No es lo mismo tener caminos y
vías abandonados que funcionando. No da igual que en el informe
sobre la competitividad de los países elaborado por el Foro
Económico Mundial hayamos subido 23 puntos (link). Todavía estamos
abajo, pero no todo “se igual” como diría Minguito.
Ludwig von Mises escribió que las
caídas en los ciclos económicos no se producen tanto por la falta
de inversión como por inducir la mala inversión. Cuando el
intervencionismo pone sus planes por encima de las señales del
mercado, favorece inversiones que pasarán a ser improductivas cuando
esos planes ya no sean sostenibles o cuando los gobernantes cambien
de idea. Ocurre entonces que el capital ya está puesto en máquinas y
habilidades que no es posible transformar en otra cosa más útil.
Argentina tiene eso de una manera gigantesca. Una vez que se destinó
dinero a una ensambladora de televisores en Tierra del Fuego, ya hay
capital físico y hasta personal formado que no puede transformarse
en una procesadora de arándanos en Entre Ríos. Cambiar todo eso
implica pérdidas, da lugar a resistencia de los que las sufren, y
lleva tiempo.
El liberalismo no es sólo económico
Pero si los logros de Cambiemos son
pobres y tardíos en los números, no se puede decir lo mismo de lo
institucional. Cambió realmente un sistema que ya no respetaba ni
las instituciones de la república ni la opinión disidente.
Economistas liberales han olvidado que el liberalismo es una
filosofía política integral que abarca mucho más que el libre
comercio. Por primera vez en décadas se vio que dirigentes
sindicales que se hicieron multimillonarios con la extorsión
perdieron su protección. A pesar de haber colonizado tantos
tribunales en los últimos 14 años de poder peronista, a pesar
de las dificultades y las chicanas, empezaron a revelarse
asociaciones ilícitas de funcionarios. No hubo más intentos de
apoderarse de medios periodísticos. Quien desdeñe todo eso como
meros “buenos modales” no entiende lo que es el liberalismo.
El gradualismo
Es probable que a Macri le haya faltado
claridad y convicción. Pero sus críticos parecen olvidar que no es
Mauricio Iº Emperador de Argentina. Ni él ni María Eugenia Vidal
tuvieron mayoría en el Congreso y ambos saben que hay cientos de
abogados y jueces debidamente preparados que esperan ansiosos que el
gobierno cometa la más mínima falla procedimental para infligirles
una costosa derrota en los tribunales. Sorprende ver a tantos
economistas razonar como si el gobierno estuviera en el misma
situación que la de ellos cuando conversan con un par de colegas
acerca de todo lo que habría que hacer.
Hubo errores, cierto. Pero también
creo que Macri hizo de la necesidad una virtud. Si tenía un Congreso
en contra -incluyendo a veces a sus aliados- si los representantes de
la oposición no sólo le votaban en contra sino que lideraban
piquetes en las calles, haría de esa limitación una política, el
gradualismo. Macri parece ser un hombre tan enemigo de la
confrontación que hasta intentó hacer simpático el mote de “gato”
(aplicado a las prostitutas caras) insulto grosero que le dirigió la
oposición.
También pesa la experiencia del
pasado. La última vez que un hombre decente se puso frente a las cámaras y explicó franca
y honestamente a la población que era necesario hacer reformas, fue
atacado tanto por la oposición Peronista como por la cúpula del
partido Radical -radicalmente opuesta al presidente. Ricardo López Murphy cayó en pocos
días, y su presidente, también un hombre
honesto, fue objeto de burlas vergonzosas por parte de la más
rastrera de las alimañas que pululan en TV. Buena parte del país
festejó la desfachatez, buena parte de los legisladores aplaudió el
default que pronto supieron conseguir.
Y sin embargo, hace poco Ricardo
Cachanosky escribió un artículo en el que afirma, ya en el título
(link), que el mayor error del presidente de la Rúa fue no haber
respaldado a su ministro López Murphy. En el tablero de dibujo eso
es cierto. En el sistema constitucional que no da poderes imperiales
al presidente eso es adjudicar mal las responsabilidades. Si su
propio partido no lo apoyaba, si necesitaba sus votos en el Congreso
para aprobar el presupuesto, de la Rúa estaba acorralado. El papel
de Alfonsín en esos días deberá alguna vez ser analizado. Lo
cierto es que el último intento de ser directo y afrontar reformas
necesarias terminó con la victoria de los partidos que se oponían a
ella. Siguió el default, el saqueo de los ahorros, y la licuación
de las deudas. Nada de eso fueron accidentes sino la política de los
que impulsaron el golpe de finales de 2001.
Cachanosky tiene la decencia de la que
otros carecen, y reconoce que de la Rúa no fue culpable de todo lo
que hicieron los que lo echaron del poder. Sin embargo, en el
artículo en que califica a Cambiemos como Continuemos, cree justo
adjudicar a Macri el retorno del Kirchnerismo.
No hay liberalismo sin responsabilidad
individual
Lo digo: los que se tienen que hacer
cargo de la vuelta del Kirchnerismo (si ocurre, cosa que no es sano
dar por hecha), son los que lo votan.
Sé que decir eso suena extraño,
insultante, inadmisible, en la tierra de la demagogia. Sin embargo,
la noción de que los individuos son responsables de sus actos es
parte fundamental del liberalismo. Para el materialismo dialéctico,
todo se explica por fuerzas económicas e intereses irresistibles que
no dejan papel relevante al individuo. La responsabilidad moral es
vista en ese esquema como un prejuicio burgués sepultado por la
ciencia. Si una persona roba por sí misma, o si vota para dar el
poder a una banda para que robe a su nombre y reparta parte del
saqueo, eso se deberá a múltiples factores sociales, económicos,
políticos...nunca a la responsabilidad moral del individuo! ¡Eso es
no es científico!
El liberalismo no desconoce la
incidencia enorme de factores sociales. Lo que no puede hacer -sin
dejar de ser liberal- es aceptar que individuo sea una ameba a la que
no se puede adjudicar responsabilidad por sus decisiones. Y
justamente, el relato que ahora consumen con gusto millones de
argentinos es que su voto no tiene nada que ver con el derrumbe
inmediatamente subsiguiente del peso, de las acciones de empresas
argentinas, y de la confianza que inspiran los bonos de la deuda
nacional. Como el individuo no es jamás responsable de nada, como
todo se explica por factores colectivos, es evidente que allí hay
una casualidad, una mera coincidencia entre el resultado de las PASO
y esa reacción de los mercados.
Miro hoy un reportaje a Javier Milei y
Diego Giacomini y veo que insisten en corroborar ese relato. Se
congratulan de haber pronosticado el derrumbe, proponen que el
Emperador -deben asumir que hay uno en Argentina- elimine el Banco
Central, y no dan importancia al resultado de las PASO. Todo con tal
de no cometer el pecado de asignar relevancia a las decisiones que
tomó en esa elección cada individuo.
¿No habrán omitido algo los liberales
mediáticos?
Nunca antes los liberales recibieron
tanta atención en los medios. Los más populares son en verdad
libertarios, propagandistas del anarco-liberalismo, y no liberales
clásicos. No quiere eso decir que el público acepte sus ideas ni
siquiera por un segundo. Sin embargo el televidente disfruta de una
de las críticas más radicales al presente gobierno y de los videos
que anuncian un naufragio. Un regocijo que tiene algún parentesco
con el que muchos espectadores experimentaban al ver a Marcelo
Tinelli burlarse de de la Rúa.
Furiosos con el gobierno, los
libertarios han sido muy cautelosos en confrontar los mitos
económicos populares. Poco o nada sobre los supuestos logros
históricos de Perón, sobre la competitividad que habría logrado la
política de Duhalde, sobre la destrucción ya provocada por el
matrimonio Kirchner. Nada que sea comparable a su constante prédica
contra el gobierno de Macri, quien se resiste a adoptar el Manifiesto
Libertario de Murray Rothbard por decreto de necesidad y urgencia.
Rothbard fue un economista
norteamericano. Curiosamente (o quizá no) en algún momento sus
ideas se acercaron mucho a las de la nueva izquierda. Su Manifiesto
Libertario contiene una crítica devastadora a la política
norteamericana, a la que responsabiliza de casi todos los males del
mundo. Dice muy poco sobre las responsabilidades de otros. En el
mismo error caen Milei y Giacomini.
Al culpar a Macri del derrumbe post
PASO, no sólo eximen de responsabilidad al votante -que es parte de
su público-, sino que se eximen a sí mismos de no haber sido
precisos al señalar las alternativas reales. Desgraciadamente, lo
mismo hace Cachanosky en su artículo. En la explicación de que
Macri va por mal camino, debieron haber aclarado siempre, siempre,
para que lo entendiera hasta el último alcornoque consumidor de
relato, que no había que dar un volantazo e ir a la mano contraria.
Faltó avisar que por allí viene un camión de frente.
Winston Churchill y el Diablo
Nadie dice que no se critique a Macri o
a Vidal.
Pero veamos. Durante la Segunda Guerra
Mundial, algunos criticaron a Winston Churchill por aceptar la
alianza con la Unión Sovietica para derrotar a Hitler. Churchill
había sido uno de los enemigos más duros del gobierno bolchevique,
e incluso se opuso sin éxito a que Gran Bretaña le diera
reconocimiento diplomático. Ante esto, Churchill respondió -en una
frase famosa-: Si Hitler invadiera el infierno, yo haría en el
Parlamento alguna referencia favorable al Diablo.
Churchill aclaró que no retiraba ni
una palabra de lo que había dicho sobre la Unión Soviética.
Seguía siendo cierto que Stalin era tanto o más asesino que Hitler.
Pero quien intentaba invadir Gran Bretaña, y ya había logrado
invadir casi toda Europa, era Hitler. No podía Churchill seguir con
su discurso contra los bolcheviques para desentenderse de ese peligro
y de las opciones realmente disponibles para enfrentarlo.
Se dirá que Cachanosky no es un
estadista y que mucho menos lo es Milei. Pero ellos tampoco pueden
desentenderse del camión que viene de frente. Si creían que Macri
es el demonio, debieron acordarse del gesto de Churchill.
De la Rúa tampoco era el demonio, y nadie
dijo una palabra a su favor. El mismo día que murió, un periodista
tuvo la impudicia de llamarlo inútil en TV. El mejor gesto humano
debió venir de afuera y de una cantante, de Shakira. Más que
dólares, lo escaso en esta tierra es la decencia. Todavía hay
tiempo para enmendarse, pero no mucho.
Es cierto. No somos amebas pero te respondo con una declaración de JFK después del desastre de Bay of Pigs: "What matters is that I am the responsible officer of the government". Traducido, sería algo así como "Yo soy el único responsable porque soy el presidente". También en la TV argentina los conductores solían decir "Si algo salió mal, es por mi exclusiva responsabilidad".
ResponderEliminarYo lamento ver las cosas de esta forma, me gustaría que la realidad fuera diferente, pero al lado de todos los logros del gobierno, el presidente subestimó las consecuencias del impacto adverso de algunas medidas.
Estoy de acuerdo en general con lo que planteás pero el funcionamiento de la psicología de la sociedad es algo más complejo.
El equipo gobernante (del cual Macri debería ejercer el liderazgo) debió cuidar a la parte del electorado que es capaz de cambiar su voto, aunque lo haga por impulso. Los dirigentes deben adelantarse a los acontecimientos.
Creo que el tema da para mucho más.
Entre otras reflexiones la que me surge es cómo la dirigencia argentina en general se las ingenia para llevarnos a estas encrucijadas de tener que elegir entre dos males.
Una cosa es que Kennedy asumiera responsabilidad por Bahía de Cochinos, una operación militar secreta que él autorizó, y otra es responsabilizar a Macri por lo que decida votar el 47 % de los votantes. En la base de la democracia está el principio de que los votantes son gente que asume la responsabilidad de su destino
EliminarGracias por el aporte. Sigo creyendo que Churchill tenía razón, que hay que decir algunas palabras en favor del diablo. Que si bien podemos señalar los errores de Macri (que no es el diablo), no podemos decir que el votante carece de responsabilidad. Un electorado al que siempre se le dice que carece de responsabilidad acabará creyéndolo
ResponderEliminarCreo que la responsabilidad del votante fue teniendo mayor relevancia desde el momento que se comenzó a vislumbrar que esta elección se constituiría como, tal vez la más importante en muchas décadas, por cuanto se trata de decidir el sistema político que se instalará en el país. O vamos a una democracia republicana o a un populismo chavista. Me parece que cualquier otro análisis es irrelevante. Hoy Macri al menos para mi, es un instrumento. La continuidad en el sistema es lo que me preocupa. Dentro de una democracia republicana podremos cambiar y mejorar en sucesivos períodos. Lo otro ya lo conocemos y es nefasto.
ResponderEliminarGracias y coincido en que incluso los que rechacen buena parte de las políticas de Macri deben comprender que desde ellas se puede mejorar. En todo caso, ganarle con algo mejor. Pero volver a lo mismo que ya conocimos durante 12 años sería imperdonable
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