La chicana es común en Intratables,
pero el viernes 18 de agosto llegó a uno de sus puntos más altos (o debería
decir, más bajos). Ese día el programa de TV incluyó un debate sobre la situación
en Venezuela luego de que el gobierno de Nicolás Maduro disolviera el Congreso
(va el link al final).
Para quienes no lo conozcan, Intratables es un programa de polémica política, con panelistas
permanentes, invitados, y un moderador. Se destaca por el desorden y el
griterío, pero es un fiel reflejo de cómo piensan y sobre todo, de cómo
argumentan los argentinos. Por suerte, también muestra que no todos pensamos
igual.
El punto máximo al que me refiero, y que me movió a escribir
esta nota, se dio cuando una periodista venezolana refugiada en Argentina contó
casi sollozando que el gobierno de su país no le daba pasaporte para poder
volver. Otra invitada añadió que los trámites para salir o volver a entrar a Venezuela
tardaban mucho tiempo, que los papeles necesarios se negaban como forma de
controlar y castigar a la oposición. Ante ello la panelista Gisela Marziotta
dijo que en Venezuela hay escasez de papel.
No lo dijo como ironía. Lo dijo en serio, con ese tono
docente tan característico de los progres argentinos. El tono condescendiente
de quien explica obviedades a gente ignorante.
Azorada, la periodista venezolana le respondió que sí había
papel cuando el gobierno de Maduro decidió imprimir el llamado Carnet de la Patria,
obligatorio en Venezuela para poder comprar alimentos, y que además registra si
la persona ha votado. Sin inmutarse, con una sonrisa, Gisela Marziotta, le
contestó: “ambas cosas son verdad”.
¿Se demoran las autorizaciones para entrar y salir de
Venezuela por falta de papel? ¿O el motivo no es el papel sino el control
totalitario? ¿Ambas cosas son verdad?
La contradicción no genera aparentemente un problema moral. Buscando
información en la web sobre Gisela Marziotta encuentro que es candidata a
diputada por el Kirchnerismo y que en una entrevista que le hizo el diario
Clarín le preguntaron si criticaba la corrupción en su partido. Respondió: no
critico ni dejo de criticar.
Como dije, más allá del punto máximo alcanzado al discutir
los obstáculos para salir y entrar a Venezuela, el programa ofreció un
muestrario de las tácticas argumentales en Argentina.
Uno de los más asombrosos fue la excusa de la falta de
información. Preguntados sobre su postura ante las acciones del gobierno de
Maduro, algunos eludieron responder pretextando que “estamos lejos” del lugar
donde suceden los hechos, y que la información llega distorsionada. Pero Venezuela
no está tan lejos. Se habla nuestro idioma. Hay miles de venezolanos en
Argentina. Hay cientos de notas y videos a favor y en contra. Alegar
desinformación es insólito, sobre todo en un periodista.
En verdad lo que de modo indirecto apuntan estas evasivas no
es que los periodistas de TV no lean los diarios o que jamás hayan visto
filmaciones callejeras, sino que en su opinión la información está
distorsionada.
Ocurre sin embargo que hay información a favor y en contra
de Maduro, por lo que quizá lo que estas personas desean evitar es revelar qué
es lo que les parece distorsionado, y qué verdadero.
No falta información. Justamente el mismo día en que se
emitió el programa de Intratables que
comento, el canal Crónica TV emitió un programa especial notoriamente a favor
de Maduro. El periodista argentino Santiago Cúneo, también candidato por el
partido peronista, hizo una recorrida muy amigable por Caracas, acompañado por
una funcionaria del gobierno que lo informaba acerca de las bondades del
régimen y las falsedades de la oposición.
En el siglo 21 un periodista no puede alegar falta de información
acerca de un país situado en el otro extremo del mundo. En todo caso podrá
decir que no la ha buscado. Pero decir eso, decir que estamos “muy lejos”, para
referirse a Venezuela, que está en la misma Sudamérica, es asombroso.
Lo peor es que esta chicana da una excusa al público que se
autodenomina progresista para permanecer indiferente cuando el sufrimiento lo
causan gobiernos que se autodenominan progresistas. He escuchado esa excusa
miles de veces: “hay dos campanas” (o sea: mejor no escuchar ninguna). Conozco
un progresista que ante cada noticia de atropellos cometidos por gobiernos con
los que simpatiza murmura “no sé si será tan cierto”. La desconfianza no está
mal, pero, extrañamente, su duda no es un motivo para informarse, para saber si
es o no cierto que han cerrado un diario o arrestado un opositor, sino que con
dudar se detiene y no busca más, es lo que le soluciona el problema, el
argumento que lo reconforta y lo restaura en su imagen de persona informada, de
avanzada.
Otro elemento que mostró el programa Intratables sobre Venezuela, muy frecuente en Argentina, es el
intento de reemplazar el compromiso con una “empatía” vacía. Muchos repitieron en el
programa, y se repite a menudo, “me solidarizo”. La periodista Gisela Marziotta
–la que alegó la falta de papel- incluso dijo que tenía ganas de abrazar a la
colega venezolana que no tenía pasaporte. Los argentinos nos manifestamos en
contra de “la violencia”. Todas las
semanas hay marchas pidiendo “justicia”. Ya está. Con eso no hay necesidad de
informarse ni pronunciarse acerca de nada en concreto. Mostramos nuestra
solidaridad. Nos abrazamos, marchamos, lloramos, gritamos. No se pida más.
Hace algunos años atrás la TV mostró un suceso patético. Un
conductor había intentado pasar un piquete, lo habían bajado del auto y le
habían pegado. El sujeto hablaba ante las cámaras con la cabeza ensangrentada y
decía que él se solidarizaba con la protesta, incluso le parecía bien el corte
de la avenida, sólo quería que dejaran un espacio para que él pudiera pasar.
Poco compromiso real a favor o en contra, pero mucha solidaridad verbal.
Advertí entonces la similitud: así como se alega la falta de
información para no buscarla, así como se invocan las distorsiones para no
desenmascararlas, se escucha el “me solidarizo con vos” para –paradójicamente-
no comprometerse.
Pero quizá la estrategia más frecuente en los debates
políticos argentinos es nivelar moralmente todo, en lo posible para abajo. Si
algo es indefendible, digamos que nada lo es.
Varios de los panelistas en Intratables culparon tanto al gobierno como a la oposición. Así sin
distinciones. Pero ¿en qué se equivoca la opositora Corina Machado? ¿Qué
rescatan de su postura y qué critican? ¿O de Capriles? ¿De qué creen
responsable el alcalde de Caracas? ¿Piensan que es positivo el diálogo que
impulsan políticos extranjeros como el español Zapatero, o es un salvavidas
para Maduro, como lo calificó Machado? No hay necesidad de entrar en detalles
ni de informar nada. Es mucho más bello obrar como si fueran monjes tibetanos
mirando el mundo desde arriba del Everest, y condenar todo como vanidades
mundanas. Queda tan bien…y es tan fácil.
Otro de los argumentos con los que muchos argentinos
renuncian siquiera a pensar en un problema (ni hablar de elaborar una
conclusión), es “no vamos a solucionar nada”, que también sonó seguido en
Intratables. Preguntada por su postura sobre el gobierno de Maduro, Gisela Marziotta
respondió ¿de qué sirve que yo diga algo, no le va a cambiar nada a los
venezolanos?
Obvio: ¿de qué sirve que una periodista –que a la vez es
candidata a un cargo político- se pronuncie sobre un asunto de política
internacional? Luego, sin advertir que se contradecía, Marziotta criticó la
amenaza norteamericana diciendo que podía generar una guerra en toda la región.
Obviamente sus palabras detuvieron al ejército norteamericano así que hizo bien
en pronunciarse sobre ese asunto. También se sumó a la estrategia de
responsabilizar genéricamente a todos, tanto a gobierno como a oposición, y
esta crítica tan certera sí cambiará las cosas en Venezuela.
Otra estrategia lamentable en los debates, que por supuestos
también tiene ejemplos en Intratables, es la de exigir una justicia universal
en el resto del mundo antes de ocuparse del problema discutido. Así lo hizo
Marziotta que respondió a la pregunta sobre Maduro diciendo que no debíamos
“rasgarnos las vestiduras” sobre sus acciones cuando en Argentina hay una presa
política que es Milagros Sala, y un desaparecido llamado Santiago Maldonado. Pero,
salvo que ella se considere culpable de esas cosas en Argentina, no veo que
sean una mordaza que le impida hablar de los hechos que se discutían. Pero así
se razona frecuentemente ¿Cómo vamos a rasgarnos las vestiduras por algún
supuesto atropello de un gobierno progresista cuando los norteamericanos tiran
bombas en algún lugar del medio oriente? Sólo si algún día, desde nuestro
sitial en la cima del Everest, vemos que se han solucionado todos los demás conflictos
y dramas humanos, entonces quizá podamos permitirnos decir algo.
La estrategia funciona en la vida cotidiana argentina. Una
persona bloquea con su auto la bajada para discapacitados y cuando se le reprocha, contesta
airadamente que es inmoral ocuparse de eso cuando hay tanta corrupción en los
altos niveles. Todos recordamos argumentos similares. El colmo lo protagonizó
una joven de ideas muy avanzadas cuando su perro atacó a una niña. Sin
disculparse, argumentó enojada que mucho peor que ese ataque era la pobreza
reinante en el país. Sólo si primero alguien arregla los problemas de empleo,
educación, y paz mundial, podemos
empezar a considerar mi propia responsabilidad en lo que hago. Mientras tanto, la
propuesta consiste en expresar nuestra solidaridad y dar un abrazo simbólico
que reconforte a todos los sufrientes.
Por último, Marziotta recurrió al remedio extremo: descalificar
el debate mismo en el que participaba llamándolo “un show”. Dijo que para ser
responsables habría que hablar de política internacional, preguntarse por el
significado de los hechos en Venezuela y entender sus causas. Dijo no tener
tiempo para explicarlo (¿no podría haber haber dado una pista?). Este tipo de
argumento es parecido al de “estamos lejos, faltan datos, lo información está
distorsionada, pero ahora no te lo puedo explicar”.
Esta estrategia es tan común en la zaraza intelectual que yo
le he puesto un nombre. Lo llamo “las cosas son más complejas”. Mucha gente
lanza esa declaración con aire de superioridad, como quién sabe cosas muy
complicadas pero no tiene tiempo para explicarlas. Ni siquiera para recomendar
algún librito del que haya sacado ese conocimiento más profundo. “Las cosas son
más complejas” no es el comienzo de un esclarecimiento, es lo que lo sustituye.
Aclaración: mi posición como funcionario auxiliar de la
justicia provincial me impide ingresar en debates políticos. Esa es mi razón -muy
concreta- para que no discuta la cuestión de Venezuela en este humilde blog. No
es la distancia, la falta de tiempo, o de información. Sin embargo, creo
posible comentar al menos acerca de cómo veo que se debate y los argumentos que
se usan. Los resumo:
1) faltan datos y no los voy a buscar
2)
la información llega distorsionada pero no te voy a decir
por qué o cómo,
3)
las cosas son más complicadas pero no tengo tiempo para
explicártelo ahora
4)
no voy a discutir el asunto hasta tanto se arreglen primero
todas las demás injusticias
5)
reconocer o negar una verdad no cambia nada
6)
todos son culpables, no me pidan nada más concreto
7)
me solidarizo con vos (ese es todo mi compromiso)
Aún con mis limitaciones, espero haber contribuido a la
mejora del modo en que debatimos