domingo, 29 de enero de 2012

Michel Foucault y el Ayotallah Khomeini

Fuera de Francia, poca gente sabe que el famoso filósofo Michel Foucault se entrevistó con el Ayatollah Khomeini. Pocos saben que el interés de Foucault por la revolución islámica lo llevó a viajar a Irán, que se entrevistó con religiosos, y que escribió varios artículos entusiastas acerca del movimiento islámico que tomó el poder en Irán.
No son muchos los que saben que los artículos que Foucault publicó en el diario Le Nouvel Observateur, recibieron críticas de periodistas y de feministas franceses, a los que Foucault respondió ofendido. Incluso se publicó en Francia un libro con una entrevista a Foucault acerca de la revolución islámica.
Veo que la Wikipedia, versión española, no menciona este episodio de la vida de Foucault. Sí lo hace la versión en inglés, mucho más detallada. Sin embargo, la propia versión inglesa señala que algunos han tratado de ocultar este aspecto de la carrera de Foucault,  encerrarlo aparte entre corchetes, como un error de cálculo del gran pensador. Por mi parte creo que al ponerlas en relación con un suceso real y contemporáneo, se obtiene una conclusión mucho más acabada sobre el significado de sus ideas.
Foucault es un pensador de influencia enorme, y eso viene de lejos. Recuerdo que ya en el año 1979, y a pesar de que en Argentina gobernaba una Junta Militar, la primera clase del profesor Ouviña en la Facultad de Derecho de La Plata comenzaba con la lectura de un pasaje del libro de Foucault: Vigilar y Castigar. Los alumnos que sacamos 10 en derecho penal fuimos invitados luego a estudiar el libro durante varios meses. Ya entonces no me convenció, y escribí un artículo con mis objeciones.
Foucault es particularmente influyente en Argentina. Sus ideas se reflejan a menudo en mucho de lo que escribe Eugenio Zaffaroni. A su vez, Zaffaroni ocupa hoy el máximo puesto tanto en los tribunales como en la enseñanza del derecho penal. No está demás entonces echar una mirada a las opiniones que sobre la revolución islámica tuvo este pensador.
Los artículos, las críticas, las respuestas, y la entrevista a Foucault sobre la revolución iraní se han publicado en traducción inglesa en un libro titulado Foucault and the Iranian Revolution, compilado y comentado por Janet Afary y Kevin B. Anderson.(link a un comentario sobre el libro, link a un artículo de los autores, ambos en inglés. ).
Lo que más sorprende al leer el libro es el total desenfoque de Foucault. Insistió una y otra vez en llamar al movimiento islámico espritualidad política. Un intelectual que hubiera puesto el grito en el cielo si en Francia se propusiera unir a la iglesia y al Estado, escribía que el Ayatollah Khomeini había introducido la dimisión espiritual en la política. Comenta fascinado cómo los sacerdotes islámicos, los mullahs, proclamaban desde las mezquitas su furia contra el Saha, contra los Estados Unidos, contra todo el Occidente y su materialismo.
También resulta chocante que Foucault, que siempre mostró un espíritu tan crítico de las instituciones occidentales, tan diestro para adjudicar motivos sórdidos incluso en los más inocentes actos de disciplina en una escuela o en un taller occidental, haya sido tan crédulo respecto de los motivos de los religiosos iraníes. Transcribe como si fueran ciertas todas las explicaciones que le dan. Nos cuenta que en la religión islámica, es la justicia del Corán la que hace la ley, y no la ley la que fabrica la justicia. Sin siquiera consultar un libro elemental de historia –que lo hubiera sacado de su ignorancia-, Foucault nos cuenta que esa justicia musulmana está contra el poder corrupto de los califas, y el poder arrogante de los aristócratas que rechazan “el olvidado sistema igualitario”.
Los shiitas creen, nos cuenta Foucault en uno de sus artículos, que cuando el profeta invisible retorne a la tierra, restaurará un sistema de igualdad perfecta. Es necesario que a través del conocimiento, del amor por los descendientes del profeta, e incluso por el martirio, se defienda a la comunidad de creyentes contra el poder del mal. Uno puede imaginar la burla infinita que hubiera generado un sacerdote cristiano si le hubiera dicho estas cosas a Foucault. Otra era la actitud con un clérigo musulmán.
La credulidad de Foucault (diríase, su entusiasmo para ser engañado), se muestra también en su falta de comprensión de las diferencias que existían entre los diversos grupos que luchaban contra el Saha, algunos marxistas, otros fundamentalistas islámicos. Foucault nos dice que no hay diferencias, e insiste en ello. En su opinión, todos los iraníes detestan la modernización. Foucault parece ser ciego al hecho de que mientras él recorre Teheran como visitante privilegiado, hay mujeres iraníes sin velo marchando por sus derechos en las calles. Esas mujeres tienen que ser protegidas por cordones formados por hombres, sus maridos, sus novios, hermanos, y amigos. También hay manifestaciones de mujeres tapadas con túnicas negras de la cabeza a los pies. Pero Foucault insiste en no verlo. El movimiento no tiene diferencias, la lucha une al pueblo.
Foucault escribe en su artículo Con qué sueñan los iraníes? (publicado en Le Nouvel Observateur, Octubre 16-22 de 1978, link a la versión en inglés) que el movimiento religioso shiita le dará al gobierno islámico un color particular. La autoridad de los mullahs (los clérigos musulmanes) es “puramente espiritual”. Su rol es el de hacerse eco del pueblo y de guiarlo.
Las ideas de Foucault se revelan de un modo sorprendente cuando se muestra satisfecho (diríase contento) de que el pueblo iraní haya evitado caer en el modelo español de transición a la democracia. Si bien muchos líderes iraníes veían con esperanza la posibilidad de una transición pacífica y ordenada –tal como hizo España desde el franquismo- eso no es para Irán, opina Foucault. Los iraníes no sólo gritan, abajo el Saha!, sino también: Islam! Y pareciera que eso es justamente lo que fascina a Foucault en Irán, y le resulta aburrido en España.
Foucault, tan crítico e irónico en cuanto toca a las instituciones francesas o inglesas, nos dice sin siquiera chistar que un religioso islámico “le ha explicado” que un gobierno islámico respetará a las minorías siempre que no perjudiquen a las mayorías (tiempo después empezarían las ejecuciones y la persecución de minorías raciales y religiosas), y que no habrá igualdad de derechos para los hombres y las mujeres, porque hay “una natural diferencia” entre los sexos. A esto Foucault no tiene nada que agregar.
Foucault nos aclara (¿aclara?) que no hay que pensar que los clérigos vayan a asumir en Irán un poder de control o supervisión. Termina su artículo repitiendo varias veces que los religiosos islámicos han introducido la dimensión espiritual en la política. Y escribe al final que nosotros (se refiere a los occidentales) nos hemos olvidado desde el Renacimiento de la espiritualidad política.
El artículo de Foucault tuvo la respuesta de una mujer iraní, que envió una carta al diario. Firmó Atoussa H., sin dejar su apellido, probablemente por miedo.
Atoussa escribió que estaba decepcionada por la ligereza con la que la izquierda francesa contemplaba la posibilidad de un gobierno islámico en Irán. Y agregaba: si Foucault quiere tener una idea de lo que significa la espiritualidad del Corán aplicada por el Ayotallah Khomeini es bueno que lea lo que dice el Corán al varón: “tu mujer es como tu tierra, úsala cuando quieras”. Ahora las mujeres que no usan velo son insultadas. Las mujeres tienen que obedecer, o serán castigadas. Atoussa le recuerda a Foucault: no estamos hablando de una parábola moral, sino de la elección del tipo de sociedad en la que queremos vivir. Claro que Foucault tenía la tranquilidad de que no tendría que vivir en ese tipo de sociedad. Luego de ser paseado y alagado por las autoridades Iraníes, volvería a París. Las mujeres iraníes se quedaban a disfrutar de la espiritualidad política.
Documental sobre el castigo propinado por un marido musulman a su joven esposa en Afghanistan


La respuesta de Foucault es típica del académico ofendido. Comienza por acusar a Atoussa de no haber leído su artículo. Luego le dice que ella reduce todas las expresiones del Islam a una sola categoría, y finaliza diciendo que si se quiere comprender al Islam hay que empezar por no odiarlo. De este modo, implícitamente acusa a esta mujer iraní de estar motivada por el odio, y eso le parece suficiente para no responder a sus planteos sobre los derechos de las mujeres.



Decidida joven Iraní saca a patadas a una mujer (¿policía de la moral?) que cuestiona su vestimenta
            Luego Foucault publica otro artículo en el que dice que los iraníes se niegan a dejarse atrapar por discusiones políticas. Le han cerrado el paso (???) a una discusión sobre su futura constitución, sobre la política exterior, sobre cuestiones sociales. No han dejado que la política tenga lugar. Escribe que los iraníes han dado un “golpe contra la política”. Foucault apela a la humildad para evitar pronunciarse sobre alguna de estas cosas: los occidentales estamos en mala posición para dar consejos en estos temas.
            Luego de otros artículos bastante optimistas sobre el movimiento musulmán en Irán, Foucault recibió la contestación de dos periodistas franceses, Claudie y Jacques Broyelle. En una ironía acerca del primero de los artículos de Foucault, su artículo se tituló: ¿En que sueñan los filósofos?
            Los esposos Broyelle citaron las expresiones de admiración que Foucault había dedicado a esa espiritualidad política que, agregan ellos, también “disciplina y castiga” por medio de grupos armados que barren con las formalidades de los tribunales burgueses. Recuerdan entonces que años antes Foucault también había “añorado apasionadamente” los tribunales populares chinos, en diálogos con estudiantes franceses maoístas (maoístas en París, se entiende).


Documental sobre la Revolución Cultural China, al final se ven escenas de juicio popular a opositores


Luego los Broyelle dicen que todas las construcciones de Foucault tienen el mismo sesgo contrario a lo burgués-democrático, contra la legalidad, contra lo judicial. Creen necesario protestar cuando ese mismo mensaje se vende para ser consumido por los lectores con una publicidad que usa el lema de la defensa de los derechos humanos.
            Foucault respondió con un artículo de dos párrafos, en el que se muestra ofendido, dice que nunca ha tomado parte en polémicas, y acusa a los Broyelles de querer obligarlo a confesar que se ha equivocado. Finaliza ironizando que algunos dan la orden de confesar como parte de su profesión, y otros por gusto o hábito.
            Esta antología incluye también la entrevista que le hicieron a Foucault dos periodistas del diario de izquierda Libération, y que se incluyó en un libro que ellos publicaron sobre la revolución islámica. Foucault dice que está fascinado. Afirma que es un hecho que en Irán hay una “voluntad colectiva absoluta” como pocos pueblos la han conseguido en la historia. En un pasaje muy revelador, uno de los periodistas recuerda que también él tuvo el sentimiento de una voluntad colectiva cuando visitó China en los años 60. Dice sin embargo que en alguna medida fue engañado, o más bien que se engañó a sí mismo.
            Sin inmutarse, Foucault insiste y dice que los iraníes están "cambiando radicalmente su subjetividad". Luego explora una interpretación muy curiosa de la famosa frase de Marx, la religión es el opio de los pueblos. Foucault dice que si se toman estas palabras en su contexto, Marx quizá quiso decir algo positivo de la religión: que la religión era el espíritu en un mundo sin espíritu.
            El papel de Foucault como filósofo se advierte en otra parte de la entrevista. Un periodista dice que los revolucionarios islámicos le han pedido a colegas suyos que publiquen falsedades para favorecer la causa: que no mencionen la golpiza a un periodista al que por error creyeron norteamericano, y que exageren el número de muertos en las manifestaciones. Foucault afirma que los iraníes no tienen el mismo “régimen de verdad” que los occidentales. Acota que el régimen de verdad occidental se ha hecho casi universal, pero es muy curioso (no dice por qué). Añade que los antiguos griegos tenían su propio régimen de verdad, y los árabes de la zona de Marruecos y Túnez tienen otro. Aclara que en Irán el régimen de verdad ha sido modelado por la religión.
Por mi parte observo que mientras un militante corriente buscará justificar la mentira como parte de la lucha política, eso no le basta a un filósofo como Foucault: él necesita elaborar toda una teoría donde la mentira es “otra verdad”. Y por cierto, necesita hacer la infaltable remisión a Grecia.
Pero la más característica y reveladora de las respuestas de Foucault es la que da a los que le dicen que él no se preocupa al ver que se instala un gobierno islámico. Replica: por qué preocuparme porque sea un “gobierno islámico”, que sea un “gobierno” ya es suficiente para preocuparme. Con esa respuesta, él se ubica como el más extremo de los rebeldes, contra todo gobierno. Pero a la vez, coloca a gobiernos que se dedican a la persecución política y religiosa, que apalean a las mujeres, que tienen un cuerpo especial de policía para controlar la vestimenta en las calles, que incluso ejecutan a personas como Foucault, es decir, homosexuales, en el mismo lugar que a gobiernos que hace siglos que no hacen esas cosas. Más allá de estas diferencias, todos son gobiernos.

Ahorcamiento de jóvenes homosexuales en Irán
Y eso es lo que hizo Foucault toda su vida. Intentó convencernos de que la prisión y la escuela se parecían, porque eran parte de una red disciplinaria. Intentó quitar mérito a los reformadores penales diciendo (en la más pura tradición marxista) que la benignidad no tenía un origen moral, sino que respondía a necesidades económicas. Foucault describió las sociedades modernas en las que él vivió, en las que pudo experimentar a su gusto con drogas y sado-masoquismo, con el mismo lenguaje y las mismas imágenes que usaría para describir un régimen totalitario. Colocó todo en el mismo lugar: bien, bien abajo.
Al leer la respuesta de Foucault a los que alertaban sobre las consecuencias que traería un gobierno islámico, me acordé de algo que escribió Edmund Burke: “casi todos los más radicales opositores a la monarquía que conocí en mi tiempo se volvieron prontamente cortesanos decididos. La hipocresía se deleita con las más sublimes especulaciones porque, como no tiene intención de pasar de la especulación a la práctica, no le cuesta nada hacerla magnífica. Pero incluso en los casos en los que hay que pensar que se trata más de liviandad que de fraude, la cuestión ha sido igual. Estos profesores, como encuentran que sus principios extremos no se aplican a los casos que reclaman una resistencia cuidadosa, o una resistencia civilizada y legal, no ofrecen resistencia alguna” (Reflexiones sobre la Revolución Francesa).


Neda Soltan, asesinada en 2009 durante una manifestación contra el fraude electoral en Irán. Personas que apoyan el régimen Iraní destruyeron su tumba