No pasa un día sin que los periodistas mencionen el atraso cambiario. Los invitados expertos
lamentan sus consecuencias y afirman que el atraso cambiario hace que
los productos argentinos no sean competitivos. Pocos sin embargo
explican por qué se produce, o cuál es su real significado.
Muy pocos se atreven a decir las cosas
de modo directo, pues el concepto mismo del atraso cambiario
involucra un eufemismo. Dejemos una cosa en claro: el valor relativo
de las monedas no tiene nada que ver con la competitividad. Paro de
escribir y busco en la web la cotización de la moneda sueca (Krona)
respecto al dolar. Hoy 29 de julio de 2015 el dólar está a 8.58
Kronas. Es decir que la moneda norteamericana es más de 8 veces más
cara. Esto no quiere decir que por los valores relativos de sus
monedas, la economía norteamericana esté en desventaja, que sea
8.58 menos competitiva en relación a la sueca. Es que los productos
suecos no son 8.58 veces más baratos que sus equivalentes
norteamericanos. Y tampoco sucede que los suecos ganen sueldos ocho
veces más bajos que los norteamericanos, o que los costos de
producir en Suecia sean ocho veces más bajos que en los Estados
Unidos.
Doy otro ejemplo: hace muchos años,
cuando Italia todavía tenía la Lira, 1 dólar llegó a valer 22.000
liras. Eso no quería decir que la economía italiana fuera 22.000
veces más competitiva que la norteamericana. Es que un automotor
italiano no valía 22.000 veces menos que el modelo similar
norteamericano, ni los obreros italianos ganaban 22.000 veces menos
que los norteamericanos, ni era 22.000 veces más barato producir en
Italia que en Estados Unidos.
Insisto, la relación de cambio entre
dos unidades monetarias no tiene nada que ver con la competitividad
de una economía. Lo relevante son los costos de producción, pero no
sólo ellos, sino la capacidad de las empresas para adaptarse a la
demanda, para introducir constantemente mejoras en sus productos, y
no intentar vender lo mismo sin variantes durante medio siglo.
También cuenta la infraestructura, y el respeto por los derechos
individuales. Hay incluso factores más difíciles de definir, pero
no menos importantes, como es la voluntad y hasta el gusto por
competir, que jamás lo adquieren quienes se acostumbran a vivir de
mercados cautivos.
¿Por qué entonces los periodistas y
los expertos que ellos convocan machacan tanto con un enfoque confuso
como es el valor relativo de las monedas? Es que la política
argentina está basada en eufemismos. En el silencio sobre los
problemas reales y en el debate airado sobre los inexistentes. Cuando
se dice que "el dólar está retrasado" (como si fuera un
problema comparable al de adelantar la hora) lo que se dice en verdad
es que los costos de producir en Argentina son muy altos, lo que hace
que el precio de nuestros productos no sea competitivo.
Pero este es simplemente el eufemismo
principal. De él derivan muchas cosas que tampoco se dicen
abiertamente. En casi todas las actividades, el componente principal
de los costos son salarios. Por eso, el eufemismo del "atraso"
a corregir, implica -en lenguaje llano que casi todos evitan- que hay
que bajar sueldos. Pero para eso no sería necesario alterar el
valor de cambio, porque es claro es que si los sueldos elevados de
una industria hacen que sus productos no sean competitivos, esos
sueldos simplemente podrían bajar, sin necesidad de que el gobierno
altere el valor de cambio de la moneda. Ocurre que hay barreras
legales y políticas que impiden que los sueldos de esas industrias
no competitivas bajen. Esto lleva a que muchos empresarios y hasta
algunos economistas recomienden que el gobierno altere el valor de
cambio de la moneda como un medio indirecto de reducir los salarios en todas las empresas, incluso de las que estaban bien
posicionadas en el mercado y no necesitaban de esa "ayuda"
para competir. Como en tantos otros casos, el método de la política
argentina consiste en esconder un elefante dentro de una manada de
elefantes.
Con la misma seriedad técnica con la
que se recomienda el ajuste cambiario, se podría recomendar el
ajuste del calendario. En vez de bajar el sueldo mensual, se podría
"corregir" el mes argentino, hacerlo más largo que en el
resto del mundo, manteniendo los mismos sueldos, y así abaratar
costos. La única ventaja que tiene el ajuste cambiario sobre esta
"solución" es que es un engaño ya hecho corriente: menos
gente estaría dispuesta a cerrar los ojos ante el engaño de un mes
de 6 semanas. Pero si los expertos recomiendan (otra vez) corregir el
"atraso cambiario" ¿por qué hacer cuestión?
Con lo dicho no afirmo que el valor de
cambio de una moneda deba ser constante. Es lógico que varíe si hay
más o menos demanda de ella. Pero eso es muy distinto al llamado
"ajuste" del retraso cambiario, que supone una disposición
oficial para reducir la relación de cambio, buscando vanamente
mejorar la competitividad a través del más primitivo de los
métodos: competir bajando todos los salarios. Para peor, como estas
disposiciones cambiarias mantienen intactos los problemas reales de
la economía, el sacrificio es generalmente inútil.
Incluso si aceptamos que en alguna
ocasión la devaluación sea el mal menor para corregir una
distorsión acumulada durante mucho tiempo ¿por qué no preguntar
qué factores hicieron que la anterior -enésima- corrección, ya se
haya desajustado de nuevo?
La única "ventaja" de la
solución del ajuste cambiario es que es engañosa. Es decir, es una
ventaja ilusoria. Todo los demás son desventajas, y esas son reales.
Como dije, se alteran todos los sueldos, incluyendo los que ya eran
competitivos. Se supone ilusoriamente que esos, y sólo esos, se irán
recomponiendo con "aumentos" para volver a su nivel
anterior. Además, el trastorno general no se limita a las
remuneraciones. También cambian los valores de los contratos, se
desalienta (por enésima vez) el ahorro, cambian los presupuestos, y
así con todo.
La experiencia muestra que aunque sean
reacios a oponerse por principios morales o jurídicos (por el mal
entendido "realismo" argentino), muchos encuentran tarde o
temprano alguna manera de contrarrestar la pérdida de valor de sus
ingresos. Desgraciadamente, quienes lo logran no son necesariamente
quienes producían bienes más competitivos, o más necesarios, o
mejores. Muchas veces son los que tienen más poder de presión. Al
tiempo, el efecto (si lo hubo) del "ajuste cambiario" sobre
la competitividad se evapora. Y eso es inevitable, pues el método
elude actuar sobre las causas que han hecho a la economía no
competitiva.
Y aquí llegamos al defecto más grave
de la devaluación como método para recuperar competitividad. No
sólo trastorna todos los valores, no sólo se evapora al poco
tiempo, lo peor es que el método del "ajuste cambiario"
suplanta a la discusión sobre las causas más profundas de la falta
de competitividad. ¿Cuáles son las trabas que hacen que la economía
no pueda adaptarse a competencia internacional? Es una pregunta
incómoda que molesta a muchos. En Argentina, las preguntas incómodas
no se hacen, es más fácil volver a hablar del "atraso
cambiario", es más fácil proponer de nuevo lo que falló
siempre.