jueves, 30 de julio de 2015

El eufemismo del retraso cambiario


No pasa un día sin que los periodistas mencionen el atraso cambiario. Los invitados expertos lamentan sus consecuencias y afirman que el atraso cambiario hace que los productos argentinos no sean competitivos. Pocos sin embargo explican por qué se produce, o cuál es su real significado.
Muy pocos se atreven a decir las cosas de modo directo, pues el concepto mismo del atraso cambiario involucra un eufemismo. Dejemos una cosa en claro: el valor relativo de las monedas no tiene nada que ver con la competitividad. Paro de escribir y busco en la web la cotización de la moneda sueca (Krona) respecto al dolar. Hoy 29 de julio de 2015 el dólar está a 8.58 Kronas. Es decir que la moneda norteamericana es más de 8 veces más cara. Esto no quiere decir que por los valores relativos de sus monedas, la economía norteamericana esté en desventaja, que sea 8.58 menos competitiva en relación a la sueca. Es que los productos suecos no son 8.58 veces más baratos que sus equivalentes norteamericanos. Y tampoco sucede que los suecos ganen sueldos ocho veces más bajos que los norteamericanos, o que los costos de producir en Suecia sean ocho veces más bajos que en los Estados Unidos.
Doy otro ejemplo: hace muchos años, cuando Italia todavía tenía la Lira, 1 dólar llegó a valer 22.000 liras. Eso no quería decir que la economía italiana fuera 22.000 veces más competitiva que la norteamericana. Es que un automotor italiano no valía 22.000 veces menos que el modelo similar norteamericano, ni los obreros italianos ganaban 22.000 veces menos que los norteamericanos, ni era 22.000 veces más barato producir en Italia que en Estados Unidos.
Insisto, la relación de cambio entre dos unidades monetarias no tiene nada que ver con la competitividad de una economía. Lo relevante son los costos de producción, pero no sólo ellos, sino la capacidad de las empresas para adaptarse a la demanda, para introducir constantemente mejoras en sus productos, y no intentar vender lo mismo sin variantes durante medio siglo. También cuenta la infraestructura, y el respeto por los derechos individuales. Hay incluso factores más difíciles de definir, pero no menos importantes, como es la voluntad y hasta el gusto por competir, que jamás lo adquieren quienes se acostumbran a vivir de mercados cautivos.
¿Por qué entonces los periodistas y los expertos que ellos convocan machacan tanto con un enfoque confuso como es el valor relativo de las monedas? Es que la política argentina está basada en eufemismos. En el silencio sobre los problemas reales y en el debate airado sobre los inexistentes. Cuando se dice que "el dólar está retrasado" (como si fuera un problema comparable al de adelantar la hora) lo que se dice en verdad es que los costos de producir en Argentina son muy altos, lo que hace que el precio de nuestros productos no sea competitivo.
Pero este es simplemente el eufemismo principal. De él derivan muchas cosas que tampoco se dicen abiertamente. En casi todas las actividades, el componente principal de los costos son salarios. Por eso, el eufemismo del "atraso" a corregir, implica -en lenguaje llano que casi todos evitan- que hay que bajar sueldos. Pero para eso no sería necesario alterar el valor de cambio, porque es claro es que si los sueldos elevados de una industria hacen que sus productos no sean competitivos, esos sueldos simplemente podrían bajar, sin necesidad de que el gobierno altere el valor de cambio de la moneda. Ocurre que hay barreras legales y políticas que impiden que los sueldos de esas industrias no competitivas bajen. Esto lleva a que muchos empresarios y hasta algunos economistas recomienden que el gobierno altere el valor de cambio de la moneda como un medio indirecto de reducir los salarios en todas las empresas, incluso de las que estaban bien posicionadas en el mercado y no necesitaban de esa "ayuda" para competir. Como en tantos otros casos, el método de la política argentina consiste en esconder un elefante dentro de una manada de elefantes.
Con la misma seriedad técnica con la que se recomienda el ajuste cambiario, se podría recomendar el ajuste del calendario. En vez de bajar el sueldo mensual, se podría "corregir" el mes argentino, hacerlo más largo que en el resto del mundo, manteniendo los mismos sueldos, y así abaratar costos. La única ventaja que tiene el ajuste cambiario sobre esta "solución" es que es un engaño ya hecho corriente: menos gente estaría dispuesta a cerrar los ojos ante el engaño de un mes de 6 semanas. Pero si los expertos recomiendan (otra vez) corregir el "atraso cambiario" ¿por qué hacer cuestión?
Con lo dicho no afirmo que el valor de cambio de una moneda deba ser constante. Es lógico que varíe si hay más o menos demanda de ella. Pero eso es muy distinto al llamado "ajuste" del retraso cambiario, que supone una disposición oficial para reducir la relación de cambio, buscando vanamente mejorar la competitividad a través del más primitivo de los métodos: competir bajando todos los salarios. Para peor, como estas disposiciones cambiarias mantienen intactos los problemas reales de la economía, el sacrificio es generalmente inútil.
Incluso si aceptamos que en alguna ocasión la devaluación sea el mal menor para corregir una distorsión acumulada durante mucho tiempo ¿por qué no preguntar qué factores hicieron que la anterior -enésima- corrección, ya se haya desajustado de nuevo?
La única "ventaja" de la solución del ajuste cambiario es que es engañosa. Es decir, es una ventaja ilusoria. Todo los demás son desventajas, y esas son reales. Como dije, se alteran todos los sueldos, incluyendo los que ya eran competitivos. Se supone ilusoriamente que esos, y sólo esos, se irán recomponiendo con "aumentos" para volver a su nivel anterior. Además, el trastorno general no se limita a las remuneraciones. También cambian los valores de los contratos, se desalienta (por enésima vez) el ahorro, cambian los presupuestos, y así con todo.
La experiencia muestra que aunque sean reacios a oponerse por principios morales o jurídicos (por el mal entendido "realismo" argentino), muchos encuentran tarde o temprano alguna manera de contrarrestar la pérdida de valor de sus ingresos. Desgraciadamente, quienes lo logran no son necesariamente quienes producían bienes más competitivos, o más necesarios, o mejores. Muchas veces son los que tienen más poder de presión. Al tiempo, el efecto (si lo hubo) del "ajuste cambiario" sobre la competitividad se evapora. Y eso es inevitable, pues el método elude actuar sobre las causas que han hecho a la economía no competitiva.
Y aquí llegamos al defecto más grave de la devaluación como método para recuperar competitividad. No sólo trastorna todos los valores, no sólo se evapora al poco tiempo, lo peor es que el método del "ajuste cambiario" suplanta a la discusión sobre las causas más profundas de la falta de competitividad. ¿Cuáles son las trabas que hacen que la economía no pueda adaptarse a competencia internacional? Es una pregunta incómoda que molesta a muchos. En Argentina, las preguntas incómodas no se hacen, es más fácil volver a hablar del "atraso cambiario", es más fácil proponer de nuevo lo que falló siempre.