Sucedió en el mes de julio 2019, pero
dos meses después pasó a ser un hecho olvidado. El Banco Central de
la República Argentina compró
800 millones de dólares para evitar que bajara el dólar (link a nota del diario Clarín)
Pocos días después, el mismo banco
debió vender cantidades mucho mayores de dólares para contener el
derrumbe del peso.
Es natural que los economistas
kirchneristas-peronistas que opinan en TV no mencionen que el peso
presionaba a la suba en julio, y que expliquen el derrumbe posterior
por los mismos factores que ya estaban presentes en julio. En el
medio, justo en el día que cambió de tendencia, se produjo la
victoria de su partido en las elecciones primarias (PASO). Quitar
relevancia económica a ese hecho ha sido una tarea difícil que los
economistas peronistas han asumido. Lo extraño es que cuentan con la
ayuda inestimable de los economistas liberales y libertarios que
también frecuentan los canales de televisión.
Usaré los términos liberal y
libertario sin mayor precisión ya que explicar sus diferencias
demandaría un artículo aparte (alguien definió a los libertarios
como zurdos que aprendieron economía). Más allá de la ironía, y
fuera de algunas excepciones entre las que se destaca Martín Tetaz,
los economistas con acceso a los medios masivos adjudican los
problemas que enfrenta Argentina a los factores que ya existían
antes de la victoria de Alberto y Cristina Fernández. La acumulación
de deuda interna (Leliqs y otros bonos), la enorme deuda externa, las
altas tasas de interés (que siempre mencionan en términos
nominales), y la caída de la producción, son sus temas favoritos, al
que añaden un rubro convenientemente indefinido al que denominan “los
gastos de la política”.
Lo que juntos, kirchneristas y
libertarios, omiten explicar es cómo, si todo eso ya era conocido
antes de las elecciones, el peso, las acciones y los bonos cayeron
justo luego de ellas. Ahora bien, el efecto de las PASO había sido
previsto mejor que nadie por un conocido economista que no cuenta con
acceso fluido a los medios masivos.
Días antes de las elecciones Domingo
Cavallo había escrito en su blog que si las PASO daban la victoria a
los Fernández se iba a producir un descalabro económico y que -aquí
está la clave- no podía descartarse que el público culpara al gobierno de Mauricio
Macri por ese derrumbe (link).
Es entendible que los votantes que
eligieron dar el poder a quienes ya lo ejercieron por 12 años se
engañaran a sí mismos y quitaran toda responsabilidad a su voto en
la general depreciación que comenzó luego de que se conoció el
resultado de las PASO. Es incluso entendible que intenten apuntalar
ese engaño los economistas que apoyan al bando victorioso. Lo
intrigante es que lo hagan los economistas liberales y libertarios
que -como nunca antes- frecuentan la televisión y la radio.
Creo que hay tres factores. Uno obvio,
que es el deseo de no enfadar al 47 % que votó por los Fernández,
ya que -después de todo- es parte de su audiencia. En segundo lugar,
está el deseo de mostrarse imparciales, ciudadanos de Corea del
Centro, y si son liberales, enfatizar su crítica al gobierno de
Macri. En tercer lugar hay un factor que denominaré el “efecto
Monty Python”.
No enfadar a la audiencia. El cliente
siempre tiene razón
No es fácil decirle a buena parte de
la audiencia que es culpable de la debacle que ocurrió luego de la
elección. Mejor concentrar el foco en otros hechos, que también
tienen valor explicativo, pero que es absurdo pretender que
bruscamente se hicieran presentes el día de la victoria del binomio
Fernández. El cuidado extremo en no decir nada que pueda
desagradarle al público se observa incluso en los temas que los
liberales y libertarios mediáticos eligen analizar. Prefieren
golpear a los gastos suntuarios que hacen candidatos, legisladores,
etc. Roberto Cachanosky ha mostrado este exceso en ya célebres
apariciones en TV. Es un castigo justo a quienes debieran dar el
ejemplo, pero que obviamente se refiere a una gota de agua si se los
compara con los gastos en subsidios energéticos, al transporte,
empleo público desbordado, planes sociales, y jubilaciones sin
aportes, todos temas más espinosos que pueden despertar alguna
incomodidad en parte de la audiencia. Las tasas de interés son otro
de los temas favoritos que los liberales comparten con los
economistas intervencionistas, y para mayor efecto las mencionan
siempre en términos nominales.
Cuando no es posible limitarse a los
asados de los candidatos o a los gastos de los senadores, los
economistas mediáticos eligen términos ambivalentes como los
“gastos de la política”. Siempre dejan la duda de si allí
también incluyen, no sólo a lo que cobra cada político, sino al
aparato clientelar miles de veces más oneroso, conformado por
planes, nombramientos innecesarios en el Estado, subsidios, etc.
Mientras la izquierda grita “que la crisis la paguen los ricos”,
los libertarios compiten en ridiculez y declaman “que la crisis la
paguen los políticos”.
Corea del Centro
Es correcto no deformar el análisis
para favorecer un bando. Otra cosa es deformarlo por temor a ser
acusado de parcial. Es decir, concentrar la crítica en el lado con
el que podría sospecharse alguna afinidad, como modo de ganar el
codiciado pasaporte de Corea del Centro.
Se ha llamado “Corea del Centro” a
esa postura que intenta (o pretende) una equidistancia entre bandos
opuestos. Eso puede muy fácilmente convertirse en una excusa para la
falta de equilibrio. Doy un ejemplo burdo: critiqué en una nota a un
historiador que intentó justificar el Gulag Soviético alegando que
fue un acto de defensa del proletariado (link). En privado, un allegado me
respondió que para ser justo, también debería criticar las
injusticias que comete un país capitalista como Arabia Saudita.
Fuera de que ese país no es un ejemplo de capitalismo, la objeción
es desencaminada ¿Quién diría que un libro sobre el Holocausto es
parcial pues no menciona crímenes cometidos en otros lugares? Bueno,
quizá exista gente que lo exija.
En discusiones acerca de la dictadura
de Maduro en Venezuela, siempre hay un reclamo para que -en aras de
la imparcialidad- se reconozca que la oposición también ha cometido
errores. Como si entre los errores y los horrores hubiera
equivalencia.
Un problema que tiene la búsqueda poco
cuidadosa de un pasaporte de Corea del Centro es que tiende a
instalar el “todo es igual, nada es mejor”. Afirmar que todos los
políticos son iguales es una forma bastante efectiva de esconder en
el montón a los peores.
Todos los días se ve el lamentable
espectáculo de economistas peronistas y libertarios unidos en el
esfuerzo descomunal de quitar relevancia al resultado de las PASO, o
mejor dicho, no dar peso en su explicación al temor que allí nació
de un regreso al poder de casi todos los que gobernaron Argentina
durante doce años. Silenciar ese dato y machacar con circunstancias
que ya operaban antes de las PASO es deformar el análisis. No
debería ser confundido con la imparcialidad.
El efecto Monty Python
Hay una escena en la película La Vida de Brian que debe gran parte de su efecto humorístico al
hecho de que nos recuerda cosas ridículas que hemos visto en la realidad. La
historia se desarrolla en la antigua Galilea, donde varios grupos de
judíos luchan contra la dominación romana. Sin embargo, se detestan
todavía más entre ellos por ser competidores en la misma causa.
La lucha enconada entre pequeños
partidos de izquierda es la primera imagen que se le aparece a uno.
El propio Marx dedicó páginas y páginas a pelearse con otros
socialistas, llegando al ataque personal. Creo que muchos libertarios
mediáticos sufren del mismo mal.
El Presidente Macri y su equipo, con
todos sus errores, está más cerca de una política liberal que el
kirchnerismo. Los nuevos aliados del Kirchnerismo como Pino Solanas o
Victoria Donda. refuerzan todavía más la distancia de esa fuerza
con algo que pueda parecerse a ideas liberales. El PRO está
ideológicamente mucho más cerca del liberalismo. Empero, no ha
seguido un derrotero muy claro en tal sentido, en parte porque no
tiene mayoría parlamentaria, en parte por presión de sus aliados, y
quizá en parte por falta de convicción. Que Cristina Kirchner o el
propio Alberto Fernández no inspiren esperanzas entre los
libertarios los coloca -paradójicamente- en una mejor situación
ante ellos que la de Macri y sus aliados. Ideológicamente los Fernández son un caso perdido y quizá
se piense que ni vale ocuparse mucho de ellos (garrafal error, por
supuesto).
No es raro ver en los libertarios que
desfilan por TV una sonrisa de satisfecha superioridad cuando
enumeran las dificultades y errores de Cambiemos. Una actitud que
jamás va uno a encontrar en un economista como Domingo Cavallo, que
desde afuera del gobierno, demonizado, y con poco acceso a los medios
siempre ha tratado de aportar ideas de forma constructiva; jamás se
ha regodeado con los tumbos y caídas de la coalición gobernante.
Los que sucumben al efecto Monty Python
se vuelven parciales del modo más ridículo. Igual que en la
película, están tan furiosos con el gobierno que no les queda mucho
tiempo para ocuparse de los romanos, digo, de los Fernández.
¿Qué ha hecho Cambiemos por nosotros?
Quitó la protección que tenían
sindicalistas corruptos. Bien -dirá un opinador libertario- pero
aparte de quitar esa protección ¿Qué ha hecho Cambiemos por
nosotros? Corrigió el rumbo de la política exterior argentina. Oh
eso, pero aparte de levantar la protección a sindicalistas y
enderezar la política exterior ¿Qué hizo Cambiemos por nosotros?
Combatió el narcotráfico en lugar de
financiarse en él. Y recuperó en parte las atrasadas tarífas
energéticas. Y mejoró los ferrocarriles, incluyendo el de cargas.
Sí, sí, pero fuera de levantar la protección a sindicalistas,
enderezar la política exterior, combatir el narcotráfico,
actualizar en parte las tarifas, y emprenderla con los ferrocarriles
¿Qué ha hecho Cambiemos por nosotros?
En la película es gracioso. En la vida
real es lastimoso.