miércoles, 25 de septiembre de 2019

Corea del Centro y el efecto Monty Python


     Sucedió en el mes de julio 2019, pero dos meses después pasó a ser un hecho olvidado. El Banco Central de la República Argentina compró 800 millones de dólares para evitar que bajara el dólar (link a nota del diario Clarín)
     Pocos días después, el mismo banco debió vender cantidades mucho mayores de dólares para contener el derrumbe del peso.
     Es natural que los economistas kirchneristas-peronistas que opinan en TV no mencionen que el peso presionaba a la suba en julio, y que expliquen el derrumbe posterior por los mismos factores que ya estaban presentes en julio. En el medio, justo en el día que cambió de tendencia, se produjo la victoria de su partido en las elecciones primarias (PASO). Quitar relevancia económica a ese hecho ha sido una tarea difícil que los economistas peronistas han asumido. Lo extraño es que cuentan con la ayuda inestimable de los economistas liberales y libertarios que también frecuentan los canales de televisión.
     Usaré los términos liberal y libertario sin mayor precisión ya que explicar sus diferencias demandaría un artículo aparte (alguien definió a los libertarios como zurdos que aprendieron economía). Más allá de la ironía, y fuera de algunas excepciones entre las que se destaca Martín Tetaz, los economistas con acceso a los medios masivos adjudican los problemas que enfrenta Argentina a los factores que ya existían antes de la victoria de Alberto y Cristina Fernández. La acumulación de deuda interna (Leliqs y otros bonos), la enorme deuda externa, las altas tasas de interés (que siempre mencionan en términos nominales), y la caída de la producción, son sus temas favoritos, al que añaden un rubro convenientemente indefinido al que denominan “los gastos de la política”.
     Lo que juntos, kirchneristas y libertarios, omiten explicar es cómo, si todo eso ya era conocido antes de las elecciones, el peso, las acciones y los bonos cayeron justo luego de ellas. Ahora bien, el efecto de las PASO había sido previsto mejor que nadie por un conocido economista que no cuenta con acceso fluido a los medios masivos.
     Días antes de las elecciones Domingo Cavallo había escrito en su blog que si las PASO daban la victoria a los Fernández se iba a producir un descalabro económico y que -aquí está la clave- no podía descartarse que el público culpara al gobierno de Mauricio Macri por ese derrumbe (link).
     Es entendible que los votantes que eligieron dar el poder a quienes ya lo ejercieron por 12 años se engañaran a sí mismos y quitaran toda responsabilidad a su voto en la general depreciación que comenzó luego de que se conoció el resultado de las PASO. Es incluso entendible que intenten apuntalar ese engaño los economistas que apoyan al bando victorioso. Lo intrigante es que lo hagan los economistas liberales y libertarios que -como nunca antes- frecuentan la televisión y la radio.
     Creo que hay tres factores. Uno obvio, que es el deseo de no enfadar al 47 % que votó por los Fernández, ya que -después de todo- es parte de su audiencia. En segundo lugar, está el deseo de mostrarse imparciales, ciudadanos de Corea del Centro, y si son liberales, enfatizar su crítica al gobierno de Macri. En tercer lugar hay un factor que denominaré el “efecto Monty Python”.

No enfadar a la audiencia. El cliente siempre tiene razón
     No es fácil decirle a buena parte de la audiencia que es culpable de la debacle que ocurrió luego de la elección. Mejor concentrar el foco en otros hechos, que también tienen valor explicativo, pero que es absurdo pretender que bruscamente se hicieran presentes el día de la victoria del binomio Fernández. El cuidado extremo en no decir nada que pueda desagradarle al público se observa incluso en los temas que los liberales y libertarios mediáticos eligen analizar. Prefieren golpear a los gastos suntuarios que hacen candidatos, legisladores, etc. Roberto Cachanosky ha mostrado este exceso en ya célebres apariciones en TV. Es un castigo justo a quienes debieran dar el ejemplo, pero que obviamente se refiere a una gota de agua si se los compara con los gastos en subsidios energéticos, al transporte, empleo público desbordado, planes sociales, y jubilaciones sin aportes, todos temas más espinosos que pueden despertar alguna incomodidad en parte de la audiencia. Las tasas de interés son otro de los temas favoritos que los liberales comparten con los economistas intervencionistas, y para mayor efecto las mencionan siempre en términos nominales.
     Cuando no es posible limitarse a los asados de los candidatos o a los gastos de los senadores, los economistas mediáticos eligen términos ambivalentes como los “gastos de la política”. Siempre dejan la duda de si allí también incluyen, no sólo a lo que cobra cada político, sino al aparato clientelar miles de veces más oneroso, conformado por planes, nombramientos innecesarios en el Estado, subsidios, etc. Mientras la izquierda grita “que la crisis la paguen los ricos”, los libertarios compiten en ridiculez y declaman “que la crisis la paguen los políticos”.

Corea del Centro
     Es correcto no deformar el análisis para favorecer un bando. Otra cosa es deformarlo por temor a ser acusado de parcial. Es decir, concentrar la crítica en el lado con el que podría sospecharse alguna afinidad, como modo de ganar el codiciado pasaporte de Corea del Centro.
     Se ha llamado “Corea del Centro” a esa postura que intenta (o pretende) una equidistancia entre bandos opuestos. Eso puede muy fácilmente convertirse en una excusa para la falta de equilibrio. Doy un ejemplo burdo: critiqué en una nota a un historiador que intentó justificar el Gulag Soviético alegando que fue un acto de defensa del proletariado (link). En privado, un allegado me respondió que para ser justo, también debería criticar las injusticias que comete un país capitalista como Arabia Saudita. Fuera de que ese país no es un ejemplo de capitalismo, la objeción es desencaminada ¿Quién diría que un libro sobre el Holocausto es parcial pues no menciona crímenes cometidos en otros lugares? Bueno, quizá exista gente que lo exija.
     En discusiones acerca de la dictadura de Maduro en Venezuela, siempre hay un reclamo para que -en aras de la imparcialidad- se reconozca que la oposición también ha cometido errores. Como si entre los errores y los horrores hubiera equivalencia.
     Un problema que tiene la búsqueda poco cuidadosa de un pasaporte de Corea del Centro es que tiende a instalar el “todo es igual, nada es mejor”. Afirmar que todos los políticos son iguales es una forma bastante efectiva de esconder en el montón a los peores.
     Todos los días se ve el lamentable espectáculo de economistas peronistas y libertarios unidos en el esfuerzo descomunal de quitar relevancia al resultado de las PASO, o mejor dicho, no dar peso en su explicación al temor que allí nació de un regreso al poder de casi todos los que gobernaron Argentina durante doce años. Silenciar ese dato y machacar con circunstancias que ya operaban antes de las PASO es deformar el análisis. No debería ser confundido con la imparcialidad.

El efecto Monty Python
     Hay una escena en la película La Vida de Brian que debe gran parte de su efecto humorístico al hecho de que nos recuerda cosas ridículas que hemos visto en la realidad. La historia se desarrolla en la antigua Galilea, donde varios grupos de judíos luchan contra la dominación romana. Sin embargo, se detestan todavía más entre ellos por ser competidores en la misma causa.

     La lucha enconada entre pequeños partidos de izquierda es la primera imagen que se le aparece a uno. El propio Marx dedicó páginas y páginas a pelearse con otros socialistas, llegando al ataque personal. Creo que muchos libertarios mediáticos sufren del mismo mal.
     El Presidente Macri y su equipo, con todos sus errores, está más cerca de una política liberal que el kirchnerismo. Los nuevos aliados del Kirchnerismo como Pino Solanas o Victoria Donda. refuerzan todavía más la distancia de esa fuerza con algo que pueda parecerse a ideas liberales. El PRO está ideológicamente mucho más cerca del liberalismo. Empero, no ha seguido un derrotero muy claro en tal sentido, en parte porque no tiene mayoría parlamentaria, en parte por presión de sus aliados, y quizá en parte por falta de convicción. Que Cristina Kirchner o el propio Alberto Fernández no inspiren esperanzas entre los libertarios los coloca -paradójicamente- en una mejor situación ante ellos que la de Macri y sus aliados. Ideológicamente los Fernández son un caso perdido y quizá se piense que ni vale ocuparse mucho de ellos (garrafal error, por supuesto).
     No es raro ver en los libertarios que desfilan por TV una sonrisa de satisfecha superioridad cuando enumeran las dificultades y errores de Cambiemos. Una actitud que jamás va uno a encontrar en un economista como Domingo Cavallo, que desde afuera del gobierno, demonizado, y con poco acceso a los medios siempre ha tratado de aportar ideas de forma constructiva; jamás se ha regodeado con los tumbos y caídas de la coalición gobernante.
     Los que sucumben al efecto Monty Python se vuelven parciales del modo más ridículo. Igual que en la película, están tan furiosos con el gobierno que no les queda mucho tiempo para ocuparse de los romanos, digo, de los Fernández.

¿Qué ha hecho Cambiemos por nosotros?
     Quitó la protección que tenían sindicalistas corruptos. Bien -dirá un opinador libertario- pero aparte de quitar esa protección ¿Qué ha hecho Cambiemos por nosotros? Corrigió el rumbo de la política exterior argentina. Oh eso, pero aparte de levantar la protección a sindicalistas y enderezar la política exterior ¿Qué hizo Cambiemos por nosotros?
     Combatió el narcotráfico en lugar de financiarse en él. Y recuperó en parte las atrasadas tarífas energéticas. Y mejoró los ferrocarriles, incluyendo el de cargas. Sí, sí, pero fuera de levantar la protección a sindicalistas, enderezar la política exterior, combatir el narcotráfico, actualizar en parte las tarifas, y emprenderla con los ferrocarriles ¿Qué ha hecho Cambiemos por nosotros?
     En la película es gracioso. En la vida real es lastimoso.





2 comentarios:

  1. Está bueno el artículo pero yo sigoo viendo que si algo sale mal, hay un responsable. Lamentablemente los logros del gobierno no fueron suficientes. Además creo que se comete un error al mencionar la mejora de los ferrocarriles como algo atribuible a esta gestión. Mal que nos pese, el programa de modernización comenzó en la gestión anterior y no por eficiencia sino como respuesta a una tragedia.
    Yo siento que la primer responsable del triunfo de Cambiemos en 2015 fue Cristina y sus seguidores. Si el 27 de octubre ganan los Fernández, la responsabilidad debe ser atribuida al partido que nos gobierna ahora. Eorrores son errores.

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  2. Gracias por su aporte. Sigo creyendo que la responsabilidad por el voto es del votante. Si pensara que el votante es un animalito que va para donde sopla el viento habría que buscar un sistema distinto. Entendamos que no se trata de elegir entre este gobierno y otro ideal, sino entre este gobierno (con sus errores y logros) y algo que ya conocemos es mucho peor

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