lunes, 17 de septiembre de 2012

Gran cine mudo: El hombre amarillo y la niña


Esta película de 1919 tiene dos títulos: es conocida como “Flores rotas” o “El hombre amarillo y la niña”. Fue dirigida por David Wark Griffith y tiene en uno de sus papeles principales a Lillian Gish, la gran estrella del cine mudo.


Lillian Gish
La película narra el cruce de dos vidas. Un joven chino se dirige a Inglaterra con la idea de llevar el mensaje de paz del Budismo, pero termina atendiendo un negocio en un barrio pobre del este de Londres (el East End fue tradicionalmente la zona pobre de Londres, y se prolongaba hasta los docks). La otra vida que se cruza es la de una niña inglesa que sufre bajo los golpes y la tiranía de un padre salvaje.


Una escena de la película. Se la puede ver en pedazos en YouTube, o íntegramente en http://archive.org/details/brokenblossoms1919

La película tiene una belleza visual y una atmósfera que resulta difícil de explicar si uno tiene en cuenta los precarios medios de que disponían los creadores de cine en 1919. Además de Lilian Gish, me resultó excelente el actor que representa al joven chino. Es un occidental ciertamente, de nombre Richard Barthlemess. Su actuación es delicada, y creo que sortea perfectamente el riesgo de caer en el ridículo. Justamente el hecho de que sea un occidental quizá contribuye a que sea más fácil para nosotros sentir a ese personaje más cerca. 
Se me ocurre la comparación con el truco que usa Sofía Coppola en Marie Antoinette.
Ella usa música rock en un film ambientado en el siglo XVIII. Esto hace más fácil que nos acerquemos al personaje y a la historia que se cuenta. Hace que no nos resulte "de otra época", que no lo veamos como un mundo que nada tiene que ver con el nuestro. Me dirán que esos trucos no deberían ser necesarios si en todos los casos tuviéramos la capacidad de sacarnos las anteojeras que nos imponen el tipo de imágenes, de música y de rostros a los que estamos acostumbrados. A esto yo respondo, el cine usa trucos desde que nació y no es posible pedirle que no intente todo lo que puede imaginar para lograr acercarnos a lo que sucede en la pantalla.
Claro que ni el director, ni los actores, ni la fotografía, pueden hacer que nos acerquemos si nosotros nos aferramos a las formas que ya conocemos por el cine del siglo XXI. Conozco gente que se niega a ver películas en blanco y negro, ni que hablar de cine mudo.
Para disfrutar esta película tenemos que estar dispuestos a entrar a una estética muy diferente al que vemos hoy en las pantallas de cine y de televisión. No sólo la estética, sino también la historia que se cuenta. Lo que yo veo son dos vidas que se cruzan. Dos vidas que provienen de mundos distintos pero que por breves momentos llegan a estar más cerca que miles de londinenses que se encuentran y se saludan todos los días.
 La actriz que representa a la niña, Lillian Gish, dijo alguna vez que el cine mudo estuvo muy cerca de crear un género propio. Es decir, no es simplemente un cine al que le falta sonido, así como la música sinfónica no es una ópera a la que le falten cantantes.
 Me temo que quienes han hecho cursos sobre cine tienen –en general una gran desventaja para apreciar la belleza de esta película. Es una constante de los cursos (de literatura, de cine, de lo que sea) el acostumbrar a la gente a clasificar todo en una grilla desde el primer momento (melodrama, género épico, etc), como si en vez de acercarnos lo más posible a una flor para apreciar su perfume nos contentáramos en ubicarla en alguna clasificación botánica. Y ese error es con el cine peor que con las flores; porque después de todo es cierto que las flores de la misma especie son más o menos todas iguales. En cambio, las películas son individuales, son todas distintas, en particular las buenas.
 Termino con una anécdota que muestra cuán diferente era el mundo en el que nació esta película. Hay una escena en la que la niña se refugia en un armario y se retuerce de miedo mientras le ruega al bruto de su padre que no la azote. Según la Wikipedia, una periodista invitada al pre-estreno se impresionó tanto con esa escena que tuvo que dejar la sala para vomitar. El mismo Griffith se sintió mal cuando la dirigió (Link a la versión inglesa de la Wikipedia que cita como fuente una entrevista dada por la propia Lilian Gish. La versión en español cuenta otra anécdota sobre la misma escena pero no cita a Gish, sino a un crítico de cine).
En el siglo XXI, todo niño ha visto escenas mucho más truculentas antes de aprender a caminar, y todavía no sabe multiplicar cuando ya bosteza haciendo zapping entre las imágenes de un descuartizamiento y de un destripamiento.
Sobre el título de la película, veo que la versión en español se aparta del original. No entiendo esa presunción de los traductores de insertar sus "creaciones" sin dar la cara. Yo me he referido al título (o títulos) en la traducción más cercana al original.

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