domingo, 18 de septiembre de 2011

El mayo francés de 1968: la imaginación y el poder

El lema del mayo Francés "la imaginación al poder" resume en una frase uno de los grandes errores del siglo XX



El año 1968 tuvo dos grandes finales: el final violento de la "Primavera de Praga", y el final insípido del mayo Francés (van links a la Wikipedia).  El intento de los checoeslovacos por obtener un poco de libertad fue vencido cuando su país fue invadido por entre 200.000 y 600.000 soldados (las estimaciones varían)  rusos, búlgaros, polacos y húngaros.  La protesta de los estudiantes franceses, a los que se unieron luego algunos sindicatos, fue vencida al mes siguiente de comenzar. El presidente de Gaulle llamó a elecciones para el mes de junio, y el pueblo francés votó masivamente en apoyo de su gobierno.


"La imaginación al poder" escribían en las paredes los estudiantes parisinos. Siempre he pensado que es una injusticia que el mundo recuerde más el Mayo Francés que la Primavera de Praga. Pero además me sorprende que el error colosal del lema más famoso de los estudiantes parisinos no haya sido advertido.


Por supuesto, no tengo nada contra la imaginación. Pero me pregunto ¿por qué "al poder"? Si necesito poder es porque quiero usarlo para imponer las cosas que yo imagino a otras personas. Pero esas personas quizá imaginan cosas distintas. No necesito adquirir poder político, no necesito la posibilidad de mandar a otros, para imaginar yo mismo: no necesito el aparato del gobierno para pintar cuadros abstractos o figurativos, o para no pintar. Pero necesito poder para decidir qué se habrá de pintar y qué no. Si hablamos de poder, se entiende, hablamos de poder sobre la vida de otras personas. Decidir quién gana y quien pierde, y cuánto pierde; quién obtiene el subsidio y quién no. El poder sirve para imponer cosas: sean leyes que gobiernan a todos, u órdenes concretas para que se haga algo que me parece bien, o que se deje de hacer lo que no me place. Imagino cosas, no sólo para mí propia vida, sino para la vida de los demás. Y si no les gusta...bueno, para eso precisamente quería tener el poder.


El lema del Mayo Francés "la imaginación al poder" resume en una breve frase uno de los grandes errores del siglo XX: el haberse dejado a un lado la preocupación por los peligros del poder. Por varios siglos la tarea de los políticos y de los pensadores, desde Montesquieu y Locke hasta Jefferson y Lord Macaulay fue la de limitar el poder. La experiencia sangrienta de siglos les había mostrado los peligros del poder ilimitado: poder para imponer lo que yo imagine a los demás. Si los protestantes franceses no siguen la religión de su Rey Sol, pues se los persigue y se los expulsa. Si un político se atreve a imaginar cosas distintas al rey, se lo encarcela. Por eso, el problema principal de los siglos que precedieron al XX era ponerle el cascabel al gato. Poner límites a la voluntad de quienes ejercen el poder. Ponerle barreras: elecciones periódicas, división del legislativo, el ejecutivo, y el judicial. No permitirle dictar leyes retroactivas, no permitirle apoderarse de bienes de los habitantes sin pagar por ellos, obligarlo a soportar la crítica de la prensa sin chistar, y mil otras formas de obtener lo mismo: sujetar el poder de quienes quieren imaginar cómo debe ser la vida de otros.


El siglo XX pareció creer que el poder no encerraba peligros, sino solamente oportunidades. Palancas de fuerza que se podían mover para que grupos de inspirada imaginación decidieran que millones de personas tenían que vivir de una manera u otra. Poder para tener la oportunidad para ejercer esa imaginación: la imaginación de Mussolini y sus seguidores de una Italia unida y fuerte en la que la lucha de clases fuera superada a través del diálogo de las corporaciones fascistas. Se imaginó al pueblo italiano otra vez unido con las firmeza de las fascies de los lictores  romanos. Poderosa imagen de la imaginación de los líderes, que la nación siguió. Algunos por voluntad propia, otros a los palos.


Tenemos también en el siglo XX la imaginación de Adolf Hitler, forjada en su juventud de privaciones, en la que -según cuenta en su libro Mi Lucha- a veces prefería asistir a una ópera de Wagner antes que comprar alimento para su mesa. Los Nazis imaginaron una alemania de campesinos y obreros arios -fuertes y decididos- que compartían una misma forma de ver el mundo (Weltanshauung en alemán). En la película Kabaret hay una escena que nos da una idea bastante clara de la emoción que esa visión de la vida en común presentaba. Una vez en el poder, los Nazis dieron rienda suelta a su imaginación.





Unos años después, en Camboya, Pol Pot y su ejército de soldados adolescentes imaginaron también una comunidad rural pura, alejada de la podredumbre que -según su visión del mundo- crecía al abrigo de las ciudades. Link al artículo correspondiente en la Wikipedia. También Pol Pot buscó que lo que él imaginaba se cumpliera a través del ejercicio del poder. Si el campesino es honesto y solidario, obliguemos a todos a dejar las ciudades. Si el dinero corrompe, decretemos la abolición del dinero. Ordenemos que nuestra visión se haga realidad. Incluso se les ordenó a los pacientes de los hospitales que caminaran hacia el campo. Pol Pot imaginaba cómo debía ser la vida de millones de camboyanos, y ahora tenía el poder. Si bien sus soldados eran en su mayoría adolescentes violentos armados con ametralladoras chinas, tanto Pol Pot como sus asesores eran intelectuales que habían estudiado en París. Ningún otro grupo revolucionario había tenido una educación tan elevada (por desgracia, sólo la wikipedia en inglés tiene datos sobre la educacion de los asesores de Pol Pot). Evidentemente en París nadie se ocupó de enseñar a esos asesores que seguir los dictados de la imaginación desde el poder puede ser desastroso.


Quizá se tomaron en serio eso que afirmaba un graffiti parisino: "Un solo week-end no revolucionario es infinitamente más sangriento que un mes de revolución permanente". Se calcula que un cuarto de la población camboyana murió en el experimento.


De paso hay que decir que ni los estudiantes parisinos ni los asesores de Pol Pot han imaginado cosas demasiado originales. Por ejemplo: la comunidad de campesinos sonrientes (a la fuerza), es una constante en la ensoñaciones que necesitan del poder para realizarse. Tampoco hay demasiado uso de la imaginación en las pintadas que aparecieron en las paredes de las universidades parisinas:  
"Olvídense de todo lo que han aprendido. Comiencen a soñar."
"¡Viva la comunicación! ¡Abajo la telecomunicación!"
"Camaradas: proscribamos los aplausos, el espectáculo está en todas partes".


En muchos graffiti hay un definido estilo adolescente que no le sienta a sujetos a los que ya les crece la barba:
"Decreto el estado de felicidad permanente."
"Mis deseos son la realidad."


Otro de los inmerecidamente famosos slogans del 68 francés fue "Sean realistas: pidan lo imposible". Pedir lo imposible es tonto. Incluso hay cierta deshonestidad en pedir lo que uno sabe que es imposible. Pero lo peor empieza cuando ya no se pide solamente, sino que se exige lo imposible. Sin poder se pueden pedir absurdidades, lo que ya es lamentable. Con poder ya se puede empezar a exigirlas, y ese es el anuncio de la tragedia.

1 comentario:

  1. "La imaginación al poder" escribían en las paredes los estudiantes parisinos. Siempre he pensado que es una injusticia que el mundo recuerde más el Mayo Francés que la Primavera de Praga. Pero además me sorprende que el error colosal del lema más famoso de los estudiantes parisinos no haya sido advertido.

    El poder no puede estar ausente en el inventario de los valores puros que deben tenerse en cuenta para el desarrollo de una axiología. El se encuentra relacionado con el "ser existencial". Lo beneficia cuando opera sin exceso (opresión) y sin defecto (anarquía).
    Mientras los estudiantes parisinos se inclinaban por la anarquía, los habitantes de Praga luchaban contra la opresión. Los primeros recibieron la mejor respuesta: la que sólo puede darse a través de las instituciones. El voto ubicó el poder en el lugar que tiene que estar.

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